1. Tomar el vino a una temperatura más elevada de lo conveniente por no pedir una cubitera.
Es generalizado saber que blancos y rosados se toman fríos; pero por más que insistimos, seguro que todos seguimos oyendo en boca de aquel que cree saber de vinos aquello de “el tinto se toma del tiempo” Ni hablar. Imagina lo que es tomarte un tinto ¡a 38º C! Tampoco vale decir que se toman a la temperatura ambiente de una casa. Tened en cuenta que en nuestras viviendas solemos sobrepasar los 20º C.
Una temperatura de servicio inapropiada puede cambiar radicalmente las características del vino. Lo más apropiado al tratarse de vinos que se disfrutan fresquitos, como blancos y rosados, es que te los sirvan directamente con una cubitera. Si no, en verano, rápidamente superarán la temperatura de servicio recomendada: en torno a los 8º-10 ºC (un poco más, 11º-12º C, para los blancos con crianza). ¿Y qué pasa con los tintos? La cubitera también es para los tintos. Pídela sin miedo. Recuerda que la temperatura de servicio recomendable para un tinto no debe sobrepasar los 18º C.
Toma nota de estos “tips” para darle un buen uso a la cubitera:
-Ponle más agua que hielo y añádele un poquito de sal: la sal acelera el deshielo y provoca que baje a mayor velocidad la temperatura del agua.
-Si el vino blanco o rosado viene a temperatura ambiente, tendrás que dejarlo en torno a 20-25 minutos en la cubitera para que se enfríe y poder disfrutarlo a la temperatura adecuada (8º-10º C).
-Controla la temperatura en todo momento para evitar que el vino se enfríe excesivamente. Si el vino está demasiado frío, sácalo y espera a que se vaya atemperando poco a poco. En una habitación con 25 grados, el vino aumenta dos grados cada cuarto de hora aproximadamente.
2. Mantener el vino demasiado tiempo en la nevera.
¡Cuidado con los vinos y el frigorífico! Ten en cuenta que el vino es un medio vivo y en evolución permanente que precisa de unas condiciones ambientales correctas para su conservación, y en la nevera padecerá un frío excesivo: si lo óptimo es conservar el vino en un lugar con una temperatura estable de 18º-20º C, en la nevera estarán a unos 4º C aprox. Por tanto, no los guardes en la nevera.
Lo que sí puedes hacer es darles un golpe de nevera antes de servirlos. ¡Pero no te pases! Para tomarte un blanco o un rosado fresquitos tendrás suficiente con meterlos una hora en la nevera antes de consumirlos. También puedes meter en el frigorífico un vino tinto (a veces, si los has guardado en un lugar fresquito no es necesario), con menos de una hora será suficiente.
3. Bajar el listón de la calidad.
El ambiente desenfadado y relajante, las comidas en terrazas… El periodo estival nos lleva muchas veces a bajar el listón de la calidad, ¿pero, por qué? Si queremos un vino joven y fresquito sin pretensiones, tenemos muchísimas opciones por pocos euros. En este caso mira la etiqueta: si pides un rosado o un blanco o tinto joven (sin crianza), que sea de la última añada o la anterior. Son vinos que tienen vida corta.
Respetamos todos los gustos, aunque si eres fan del tinto de verano, debes saber que esta bebida tiene más que ver con un refresco que con el vino como tal. En cuanto a la sangría, probablemente usarán para su elaboración un vino de tetra-brik… También ojo con el popular ‘vino de la casa’: todavía hay muchos sitios donde te lo servirán en una frasca o botella sin identificar, así que te beberás un vino anónimo ¿qué será?
4. Tenerlo mal almacenado en casa.
Las altas temperaturas aceleran las reacciones químicas y el rápido deterioro del vino. Por lo tanto, durante estos meses en los que el calor aprieta no está de más proteger las botellas con mayor esmero. Mantened las botellas protegidas de la luz directa. Y otro consejo: si vivís en un piso y no tenéis cava o trastero, intentad almacenar las botellas (tumbadas, por supuesto) al nivel del suelo, ya que en el suelo la temperatura es un par de grados más baja y tiene más estabilidad. Lo mejor es guardar el vino en un lugar fresco y sacarlo de la caja de cartón (el cartón es un acumulador del calor).
5. Y para terminar, el mayor de los “delitos”: dejar de beberlo.
Ya sea un blanco o un rosado fresquito a la hora del vermú o un tinto para acompañar las interminables tertulias alrededor de una mesa en las terracitas veraniegas… Ten presente que el verano ¡también es tiempo de vinos!