Está ocurriendo tan poco a poco que parece inexistente, pero está ahí y nos va a afectar. Al igual que un canario en una mina de carbón, la uva será la primera en morir. Evitarlo (o reducirlo) está en nuestras manos
En el hipotético caso de que planeásemos pasar el apocalipsis bebiendo vino, tenemos muy malas noticias. Una de las mayores amenazas que pesan sobre nosotros hoy en día es el calentamiento global. Este proceso no solo cambiará radicalmente miles de ecosistemas en nuestro planeta, sino que también afectará a qué podemos producir y a cuánto. Por poner un ejemplo: en la taiga rusa no crece el trigo, y tampoco lo hace la vid. En un futuro, esta deliciosa planta, origen de todo el vino que tomamos y que nos alegra los días, podría dejar de crecer incluso en España.
Esto es lo que defiende un estudio dirigido por Ignacio Morales Castilla, de la Universidad de Alcalá, y por Elizabeth Wolkovich, de la Universidad de la Columbia Británica, en Canadá. En él, los investigadores explican que, si la temperatura media del planeta aumenta dos grados centígrados (cosa que se prevé que ocurra), hasta un 56% de las regiones que hoy en día son aptas para cultivar esta planta desaparecerían.
Las áreas del mundo más calientes (España, Italia y Australia) serán las que más cultivos de vid perderán
Por supuesto, el ser humano puede ser lento en encontrar soluciones, salvo si son necesarias para salvar una de nuestras creaciones más preciadas. Dicho estudio ha propuesto una estrategia por la que podríamos adaptarnos a este cambio.
Los investigadores proponen que si reorganizamos dónde se cultivan ciertas variedades de uva en el planeta, podríamos conseguir reducir a la mitad la pérdida de cultivos debida al calentamiento global de 2 grados (que solo se perdiese un 24%), y en el hipotético caso de que aumentase en 4 grados la temperatura media, reducir las pérdidas un tercio.
Los investigadores llevan décadas creyendo que la diversidad de los cultivos es la clave para hacer la agricultura más resistente al cambio climático, y que las uvas ofrecen una oportunidad única dado que son extraordinariamente diversas. De hecho, se estima que, a día de hoy, existen más de 1.100 variedades en explotación, y que cada una necesita unas condiciones climáticas particulares. El problema es que, a pesar de la inmensa diversidad de uvas existente, estas son extraordinariamente sensibles a cualquier cambio en los factores de cultivo, como la temperatura o el clima en general.
Uno de los autores del estudio, Benjamin Cook, de la Universidad de Columbia y del Goddard Institute for Space Studies de la NASA, explica que «en determinados aspectos, el vino es como el canario de las minas de carbón en lo que a los impactos del cambio climático en la agricultura se refiere. Esto se debe a que las uvas son extraordinariamente sensibles».
Los investigadores se centraron en 11 variedades de este cultivo. Investigaron toda la documentación enológica y de cultivo existente (que no es poca. A fin de cuentas, el vino es un tesoro producido con mucho cariño y mucha ciencia). El objetivo era determinar cuándo brotan, florecen y maduran las plantas y sus frutos y compararlo con qué ocurre cuando las temperaturas del cultivo aumentan 2 y 4 grados centígrados..
Como explican los investigadores, las pérdidas de cultivo eran inevitables en ambos escenarios, sobre todo por sus efectos en un momento muy determinado y delicado: la maduración. Pero, como asegura el investigador Benjamin Cook, «intercambiando las variedades puedes reducir las pérdidas considerablemente«.
Con una temperatura de dos grados y sin tomar ningún tipo de medidas para evitarlo, se estima que el 56% de las áreas en las que se produce vino del mundo no serán viables. Pero si sí se toman medidas, tan solo un 24% se perderán. De todos modos, los científicos consideran que las áreas más frías del mundo donde se elabora este producto como Alemania, Nueva Zelanda y el norte de la costa del Pacífico de Estados Unidos no sufrirán demasiado con un cambio de 2 grados. De hecho, se convertirían en áreas capaces de cultivar otro tipo de uvas, como la garnacha, mientras que las que cultivan ahora (como la pinot noir, a la que le gusta más el frío) podrían moverse hacia el norte, a zonas en las que hoy en día no es posible cultivar la vid. Por otra parte, las áreas del mundo más calientes en las que se produce vino actualmente (España, Italia y Australia) serán las más afectadas, dado que ya hoy su cultivo está limitado a las variedades de uva más ‘calientes’.
De todos modos, las estrategias no resultaron muy efectivas en el escenario del aumento de 4 ºC de temperatura: pérdidas del 85% sin cambio de variedad y del 58% con cambios.
No todo está perdido, pero si todo sigue igual, es probable que tengamos menos vino en el futuro. De todos modos, el investigador Benjamin Cook se muestra optimista: «La clave es que todavía hay oportunidades para adaptar la viticultura a un mundo más cálido. Lo único que hay que hacer es tomarse el calentamiento global en serio«.
Fuente: https://www.alimente.elconfidencial.com/consumo/2020-01-28/calentamiento-global-vino-temperatura-2-grados_2426239/